Anoche llegué tarde a casa y pensando en la hora a la que iba a sonar el despertador me fui a la cama tras pasar cinco minutos en el sofá con el la serie del Doctor Mateo. Día largo el de ayer. Empezó con bricolaje en el nuevo piso de un sobrino. Los pisos ya no lo son lo que rera, En mi casa había siempre uno o dos palmos entre la escayola y el techo. Es fácil poner "foquitos". Ahora la escayola se pega en techo. No hay sitio. Y si lo hay lucha contra los conductos de aire acondicionado. Así que poner "foquitos" es una tarea en la que se requiere paciencia, lógica y mucha, mucha suerte. En el comedor renunciamos al segundo agujero. Si hay que poner "foquitos" habrá que bajar el techo (poner un techo nuevo). En el recibir tuvimos más suerte y tras un susto porque creímos haber perforado el aire acondionado, hicimos los tres agujeros y pasamos los cables. Era ya la una y medio y parecía un gran oso amosoro blanco (por el polvo de la escayola).
En casa ducha, poner mesa y sentarse a ver a Alonso. Se prometía una carrera feliz, con final feliz y locutores felices. Se acabó pronto con la felicidad y luego fue una pérdida continua, vuelta tras vuelta, del optimismo inicial para convertirse en un "bajón" final impresionante. Fue una tortura ver vuelta tras vuelta como el Ferrari no podia con el ruso. Y tras ese bajón y tras una minisiesta te pones la radio. Penalti contra el Español en Santander. ¡Menos mal que se falló!. Y luego la derrota del Olímpic. Mala, muy mala tarde.
Se arregló el final. Acto en la parroquia con el arzobispo y cena con la gente de la cofradía donde me alegré mucho al ver de nuevo al que fuera abad de la Colegiata, Manuel Soler, entre otros. Llegué tarde a casa y no me apeteció ponerme a escribir. Lo he hecho ahora. No me lo tengan en cuenta.
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